Por el pueblo

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lunes, 26 de agosto de 2013

Ellos no cobran sobresueldos, ponen dinero de su bolsillo

Eulogio Páez es un firme defensor de la política de calle. 34 años como alcalde del pueblo con ayuntamiento propio más pequeño de Andalucía le convierten en una voz autorizada del municipalismo. Sabe que sus días al frente de la alcaldía de Cumbres de Enmedio  -un municipio de la Sierra de Huelva a 140 kilómetros de la capital y con menos de 70 habitantes- están contados, es una simple cuestión de relevo generacional, pero no quiere irse sin pelear por lo que cree: la necesidad de una administración cercana y honrada. Es un político muy distinto a los que pueblan los informativos y no es el único. Nuestros pueblos esconden a personas dispuestas a dar un paso adelante, a pesar de la desconfianza y la mala fama que rodea a la clase política. Veteranos, jóvenes, novatos, experimentados, de derecha, de izquierda, en el poder o en la oposición. Son gente honrada, políticos extraordinarios, como los del anuncio de Aquarius.
“No todos somos ladrones, nunca ha sido así y nunca lo será. Por cuatro personas de un partido y del otro pagamos todos. Eso pasa en todos lados, pero la verdad es que hay mucha gente honrada”. El argumento de Eulogio Páez no admite contraataque. Accedió a la alcaldía de Cumbres de Enmedio en 1979 y “de rebote”. “Me pusieron el último de la lista, ni se me pasaba por la cabeza ser alcalde, y fui el más votado”, recuerda sin añoranza, porque lleva desde entonces gestionando este pequeño pueblo con mayoría absoluta. “Siempre que se han presentado otros candidatos -de otros partidos- les han votado menos de 10 personas. ¡Qué digo diez! Aún recuerdo a uno que sólo se votó a sí mismo”. En la actualidad comparte un pleno cada dos meses con un compañero del PSOE y otro del PP, la oposición.
En el trabajo diario le asiste el secretario municipal. Bueno, un quinto se secretario municipal, ya que comparte las funciones con otros cuatro pueblos de la zona: Berrocal, Castaño del Robledo, La Nava y Puerto Moral. El argumento del gasto excesivo de las administraciones locales no sirve en este caso.
La eficiencia y la honradez son las claves de su éxito. “¿Cuál es mi secreto? Comportarme y respetar a la gente. Y quizás que nunca he necesitado el ayuntamiento para llevar mi casa, lo hago con mi trabajo”, confiesa Páez, que lleva toda la vida trabajando como agente forestal para Medio Ambiente. Nunca ha cobrado del ayuntamiento y dicen los que le conocen bien que en ocasiones incluso ha tenido que poner dinero de su bolsillo.
“Antes, las desigualdades entre los que vivíamos en los pueblos y en las ciudades eran grandes, eso es lo que hemos ganado en estos años de democracia. Ahora cualquiera va a la capital, antes yo era el único que iba cada 15 días o un mes y tenía que hacer las gestiones del ayuntamiento y de muchos vecinos”, rememora.
Sabe que la sociedad española está en un momento clave. La corrupción y la crisis económica tienen en jaque a la clase política. Se habla de renovación, de limitación de mandatos y, lo único con lo que no está de acuerdo, la eliminación de las administraciones locales. “Veo muy bien eso de la renovación, yo debería haber salido ya. Tienen que entrar personas que estén preparadas y que lo hagan lo mejor que puedan, pero no podemos desandar todo el camino recorrido en estos años”. E insiste: “No se qué va a pasar con la reforma, pero las personas que saben lo que pasa en los pueblos, que conocen los problemas reales de los vecinos son los alcaldes y los concejales”.
LA ASIGNACIÓN POR PLENO PARA CÁRITAS 1
Mucho menos éxito a la hora de sacar adelante sus propuestas tiene Daniel Pascual Hidalgo y su grupo en el ayuntamiento de Zalamea la Real, gobernado por Izquierda Unida. “A principios de año decidimos presentar una moción para que se cediera toda la asignación de los concejales a Cáritas, pero fue rechazada por el pleno por un defecto de forma”, cuenta el portavoz socialista de este municipio de la Cuenca Minera de Riotinto. La negativa de IU y PP no acabó con su empuje. “Simplemente pensamos en otra fórmula. Llegamos a un acuerdo entre nosotros en el grupo municipal -son 4 concejales- y damos todos los meses nuestra asignación por plenos a Cáritas”.
Son 200 euros al mes. “Lo que hacemos es elegir cada mes dos tiendas del pueblo y depositar allí la asignación. Después Cáritas se encarga de que las personas que lo necesiten vayan a comprar allí”, explica Pascual. De este modo también echan una mano al comercio local que capea la crisis como puede.
Daniel Pascual es un político de nuevo cuño. Ahora en paro -hasta hace pocos meses trabajaba en un centro de menores- se metió en política en 2010 por “ayudar, por intentar mejorar el pueblo”. Así llegó a la política activa, porque el socialismo lo ha vivido desde la cuna a través de su padre “y sobre todo de mi tía”. No ha sido fácil para él acostumbrarse a la vida pública ni asumir el descrédito que sufren los políticos en la actualidad.
“Pienso que la mayoría no sabe cómo va esto de la política. Es cierto que hay malo metido entre lo bueno, pero lo que hacen unos no es lo que hacemos todos”, remarca. “El político que está a pie de calle tiene una sensibilidad especial, no tiene nada que ver con los que se mueven en las altas esferas, esos no sintonizan con las personas, no ven sus problemas diarios”, insiste Pascual. “En el ayuntamiento hablamos diariamente con los vecinos y conocemos sus problemas. Siempre decimos: ¡Ojalá pudiéramos ayudar más! Como oposición nos toca escuchar y animar a la gente a que siga peleando”.
Daniel Pascual es otro político singular. Joven y novato en las peleas del municipalismo, confía en el relevo generacional. “La renovación es la única solución. El que lleva muchos años en política tiene una forma de pensar y un negativismo que nosotros no tenemos. Ante la falta de ilusión hay que buscar alternativas, otras posibilidades. Tienen que asumir que han perdido la ilusión, que lo afronten y que dejen paso”, se sincera el portavoz socialista en Zalamea. A sus 25 años, Daniel no cree en la existencia de una generación “ni-ni”. “No creo que sea tanto como dicen. Hay muchos adultos jóvenes que trabajan o estudian. Lo que hay ahora es una realidad mucho más dura: la mayoría de los que no trabajan es porque no pueden hacerlo, no porque no quieran”.